7 de febrero de 2011

Un día más NO es un día menos



Mientras recibía a las visitas, él no podía quitar sus ojos de ella.
La observaba y la requeteobservaba preguntándose cuál sería su secreto. Qué extraña fuerza misteriosa la sostenía por dentro conservando aquellos ojos chispeantes capaces de provocar fuegos artificiales cuando se achinaban al sonreír.
Adoraba, como todo lo referente a ella, él adoraba verla sonreír. Y un tiempo atrás, en cualquier momento, preci(o)so o no, podías encontrarlo haciendo verdaderas payasadas con tal de que ella comenzase esa mueca por la que sus labios se curvaban y él rozaba el límite de la locura. ¡Sí! ¡La locura! ¡Bendita Locura! Porque él estaba loco, sí, él era su loco.
Pero estamos hablando de un tiempo atrás, bastante lejano ya…ahora él era un chico bastante cuerdo, maduro, razonable, fuerte…acorde a los tiempos difíciles que corrían. Y con su temple sereno sobre aquella incómoda silla que tantos dolores de espalda le estaba dando, aguantaba el tirón mientras se preguntaba por qué ella sonreía tanto, o por qué sonreía sin más…Eso lo irritaba, ardía por dentro…por fuera se mostraba frío y fuerte como un iceberg.
Pero qué razones tendría ella para sonreír de aquella manera y por qué últimamente tenía tantas ganas de hacer tonterías…porque para él aquello que un día fue indispensable ahora eran meras tonterías.
Porque desde aquel preciso momento todo se había vuelto absurdo, insustancial, sin sentido, sin futuro, sin finalidad… aquel preciso momento en el que ella le pedía su maquinilla de afeitar.
Cuántas veces habría maldecido su larga melena haciéndole cosquillas sobre los hombros mientras hacían el amor. Y ahora, postrado en aquella silla del demonio con olor a desinfectante miraba aquella cabecita pelona dormida sobre la almohada verde…
lloraba en silencio, por dentro, no quería interrumpir uno de sus múltiples sueños, no quería preocuparla.
Lo que él no sabía era que ella últimamente dormía con un ojo zipi y otro zape, incapaz de conciliar el sueño, culpando a ese bicho maldito que la comía por dentro de haber convertido a su loco en un ser inerte...en cierta forma le aliviaba percibir al menos una leve mueca en aquel rostro desfigurado de tanto contenerse. Inconscientemente se echó a reír.
-¿Tú no estabas dormida? ¿Y ahora de qué te ríes?
- Te pones muy feo cuando NO lloras.
- Vaya gracias…contestó él con tono molesto.- ¿Es que prefieres que llore?
- No sé, yo no lloro porque tú no lloras, aunque si no lloras me entran unas ganas terribles de llorar.
- ¿Y eso por qué?
- Hmmm - Ella se encogió de hombros.
Él se subió a la cama y la abrazó fuerte fuerte fuerte intentando retener sus lágrimas contra su pecho. Estaba muerto de miedo pero no podía decírselo. Lloraron tanto tanto que al ratito cayeron dormidos como bebés. Abrazados entre aquellas sábanas verdes que olían solo a ella.

1 comentario:

  1. Llorar
    no era mi intención
    cuando he decidido pasar por aquí.
    Últimamente tu rinconcito me purifica los adentros y no quiero ponerme fea si no lo hago...

    ResponderEliminar