28 de febrero de 2011

In the mood for ....



Los lunes, le gustaba vestirse de domingo. Sabía que a él le enternecía mirarla con la cara lavada y el pelo recogido. La cosa es, que ella detestaba provocarle ternura. No era exactamente eso lo que esperaba de él. Así que aquel lunes de domingo decidió ponerse la trenca sobre su cuerpo desnudo y salió decidida a la calle, pensando en las frasecitas picantes que le susurraría al oído en bajito, rozando su lóbulo con sus esponjosos labios. Al descubrirse divagando entre pensamientos impuros se le grapaba una sonrisa pícara, de esas de contener emociones secretas a punto de explotar como rojos cohetes fosforitos.
Él la esperaba en las escaleritas de siempre. Jugaba cabizbajo con unas hojas secas que había en el suelo. Una ráfaga de viento agitó las hojas y él levantó la vista. Ella sintió electricidad cuando el frío se coló por los bajos de la trenca en contraste con sus muslos calientes. Le sonrió y se subió los calcetines para asegurarse de que él miraba sus kilométricas piernas medio desnudas, insinuantes. Pero él ya había vuelto la mirada al suelo.
Ella deseo sentarse sobre sus fibrosas piernas y acariciarle la nuca mientras escuchaba lo que él venía a decirle. Y revolotearle el pelo y darle un mordisco en el cuello, porqué no. Para cuando dejó de enredar entre sus deseos, él ya se había levantado y andaba en círculos. Mala señal, obvia en él, pero ni ella se dio cuenta. Tenía sus ojos conectados al trozo de espalda que se entreveía por los agujeros de su camisa rota. Deseó acariciar esa piel desnuda envuelta en sudor. Y de repente volvió a entrar en trance, subía la temperatura de su cuerpo desnudo debajo de la trenca, sumida en la vorágine de sus anhelos carnales, imaginando que la levantaba del suelo y hacía toda clase de malabares eróticos con esos brazos fuertes propios de un dios griego.
-Te... te... te quiero.- pudo articular él mediotartamudeando.
De repente todo el torbellino de deseos se desplomaba como las fichas de un dominó, uno tras otro. Ella pensó que aunque aquellas letritas poco tenían que ver con sus caprichos bien podían haberse colado entre su imaginación. (¡Dios mío! ¿He escuchado bien? ¿O lo he inventado?)
-Te quiero.- repitió esta vez bastante decidido.
Parecía responderle como si le estuviese leyendo la mente. Solo esas 8 letritas podían provocar que aquellos pensamientos se escondiesen horrorizados, muertos de miedo. Ella seguía absorta en el limbo aunque sabía que no podía tardar mucho más en reaccionar si no quería que volvieran a salir esas 8 letritas por su boca, otra vez.
-Eso es todo lo que quería decirte, que te quiero.
(¿Eso es todo dice? Eso es demasiado. Por favor que deje de buscarme con esa mirada tan suya deseando ser salvado)
Ahora ella jugueteaba con las hojas y seguía sin poder articular ni siquiera una ridícula onomatopeya. Cuando pudo hacer pasar por su garganta una bola de saliva enrevesada con palabras que nunca fueron, él ya era una silueta difusa en la penumbra de las farolas del final de la calle. Su cabeza daba vueltas y vueltas como cuando de pequeña jugaba en el estudio de su padre con las sillas giratorias. Se apoyo en el escalón para estabilizarse. Al contacto del mármol frío con sus muslos ahora congelados, se percató de que iba desnuda y se sintió estúpida. Aunque llevaba un buen rato chispeando, cuando levanto la cabeza y una gota de lluvia le calló fuerte sobre la mejilla fue cuando se dio cuenta. Entonces ya no sabía si eran gotas, lluvia, lágrimas… o qué y se asustó. En las películas la gente llora cuando algo ha terminado. Entonces lloró más. Había terminado algo que nunca empezó. Era absurdo pero así era, el final.
The end.


1 comentario:

  1. Muñequita linda, si él pudiese leer la mente de ella...quizás, quizás, quizás...
    nunca se habría ido.
    http://www.youtube.com/watch?v=2NMmgKPiAhw

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