24 de octubre de 2010

No todo el mundo puede ser kamikaze...



Habían pasado ya tres meses, el verano de barbecho que tanto necesitaba… Sabía que tarde o temprano este día llegaría y no estaba segura si esta vez pasaría la prueba.

A cada escalón que bajaba los latidos del corazón se le aceleraban sin ton ni son, él siempre aparcaba no demasiado cerca para apoyarse en el coche y verla llegar con su sonrisa, pero cuando salió del portal el coche la esperaba justo en la puerta y el permanecía dentro, un sentido de culpa le encogió el pecho. Cruzó los dedos, se armó de valor y subió al coche.

- Voy a llevarte a un sitio.- a pesar del tiempo él prefirió ahorrarse los formalismos tipo hola!quetal?comotehaido? Ella sonrió e hicieron el viaje sin mediar palabra.

Era un sitio especial para él, le contó la historia del primer día que vino con su padre. A ella le gustaba escuchar las historias sobre su familia, era un buen chico.

Londres le había sentado genial. El ya había roto el hielo con sus anécdotas en la gran ciudad, ella se limitaba a escuchar, el siempre tenía algo interesante que enseñarle pero en cierta forma eso la hacía sentir estúpida e inexperta.

- Bueno… ¿Y tú qué?- Le preguntó él sintiéndose culpable por haber acaparado todo el tiempo. Ella estaba ensimismada… aún no podía creer donde estaba. Suerte que en ese momento llegó la camarera.

Pidieron lo mismo, tenían los mismos gustos, eso a ella le resultaba extraño.

- Perdone, ¿sería usted tan amable de traerme también un lápiz, por favor?- él siempre tan educado.
- ¿Un lápiz para qué?- le preguntó ella, con su cara de niña curiosa.
- Para dibujarte, si vuelves a salir corriendo…. no sé cuánto tiempo más podré retener tu imagen en mi cabeza.
Hubiese querido responderle que no saldría corriendo… pero no lo hizo.

Mientras la dibujaba ella aprovechó para mirarlo, descubrió que era aún más guapo de lo que creía recordar. Se preguntaba que podía haber visto alguien tan escandalosamente guapo en una chica del montón, ese era un motivo más de duda, uno de tantos. Sacó su móvil, ella también quiso retratarle, siempre serían buenos recuerdos.

- ¿Qué haces?
- Yo también quiero retratarte, quién sabe si esta vez sales tú corriendo…
tendrías tus motivos sin embargo.
- ¿Una foto a mis manos?... ¡Qué rara eres!- y le acarició la mejilla.

Hablaron largo y tendido de todo, de todo menos de lo que tenían que hablar. Salieron del lugar sin rumbo establecido, ella prefería ir en coche a los sitios porque cuando andaban iban descompasados, el era demasiado alto y parecía un ganso intentando seguir su ritmo. Pero hoy ella se había prometido ignorar las comparaciones odiosas al pasado, después de todo era un ganso muy tierno…

- Necesito un trago.
- Si quieres volvemos al principio de la historia.- Puso cara de pillo y le guiño un ojo.- No me importaría volver a ser un kamikaze.

A ella se le grapó una sonrisa de oreja a oreja recordando el tiempo en el que él era un kamikaze, sin miedo a nada, sin miedo a las constantes negativas de ella, sin miedo a sus miedos, un todoterreno que sobrepasa el velocímetro sin marcha atrás ni freno de mano.

Entraron a cualquier garito cutre a beber, a beber y a bailar, él la tomo del dedo y la hizo girar y girar, girar y girar, la frenó en seco entre sus brazos.

- Los kamikazes nunca salen corriendo en dirección contraria.
- ¿Qué?- Estaba medio atontada, apoyada en su pecho se sentía tan pequeñita…tan protegida…
- Lo que me has dicho antes… mientras me hacías la foto… no te hagas la tonta.- Y volvió a hacerla girar.

La música era horrible, el ambiente era cargado, borroso, apestaba a alcohol y a pachuli de viejo verde. Había mujeres latinas con la falda corta entre las piernas de esposos adinerados. La luz sacaba todos los defectos del local y de las personas que lo ocupaban. Pero ninguno de los dos pareció darse cuenta de ello. Bailaron como si no hubiese un mañana. Hasta que un ardor le revolvió el estómago y corrió al baño. El la esperaba en la puerta con expresión preocupada.

- Sácame de aquí.
- Un cuerpecito como este no puede beber como un hombre.- La levantó y la saco de ese antro de mala muerte en brazos.
A ella le entró la risa tonta que siempre le entra cuando lleva una copa de más, se reía de él y de su complejo de superhéroe. Era tan gracioso…

Cuando llegaron a la puerta de su casa eran las 6 de la mañana, el tiempo iba a juego con su kamikaze. Entonces sistemáticamente, siguiendo el ritual de los notanviejostiempos bajaron del coche y él la acompañó hasta la puerta en silencio. Al ruido de las llaves en la mano de ella, a él le abordo un imparable arrebato de abrazarla. Ella se encajó a su pecho y el apoyo la barbilla en su cabeza inspirando el olor a vainilla de su pelo. Usaba la misma colonia que el padre de ella, sería por eso por lo que le despertaba tanta ternura, lamentablemente solo era eso lo que se despertaba en ella.

La retiró cuidadosamente por la cintura y alzó su cabeza tomándola de la barbilla para besarla, pero se detuvo antes a mirarla a los ojos, esos ojos tristes incapaces de devolverle lo que él tanto deseaba. Ella intentaba no pensar, simplemente no pensar para que él no la descubriera y saliera corriendo. Demasiado tarde, era imposible esconder una herida como esa.

- A pesar del tiempo, tú no has cambiado enana… y es una pena, había puesto todas mis esperanzas en ti. Hoy, yo ya no competía contra él… pero tú sí.

4 comentarios:

  1. Hay heridas que nunca se cierran, pero son precisamente las que definen a uno:
    llenémonos de ellas, caigámonos cuanto más podamos, suframos, sintamos dolor, placer y otra vez dolor.
    Pero con cada una hay que aprender, hay que asimilarlas en un pasado, nunca en los 'y si..' ni en los 'quizá mañana', para permitir a nuestra piel volver a rasgarse y a sangrar como nunca...

    No creo que las haya insufribles, sencillamente ésta te deja una buena cicatriz y necesitas tiempo (y más tiempo) para ver tu cuerpo impoluto tatuado por primera vez.

    Entonces, y sólo entonces, te convertirás en una auténtica kamikaze... y estoy seguro que serás la mejor de tu especie!

    fdo: le hérisson fuyant

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  2. No me parece que sea sólo ternura lo que él despertaba en ella, igual que no me esperaba que ella no le pudiera responder con una mínima expresión en sus ojos; me parece un dato muy importante ese.Ha esperado ese momento impaciente, y ahora, solo ha servido para darse aún más cuenta de historias que aún bagaban por su cabeza...a pesar de ello, empiezo a creer que sí, que puede que vuelva a empezar la historia que nunca acaba. Pasé lo que pase, este anónimo estará allí con ella...

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  3. Sucede que a veces los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente. Y...¿quién no se ha enamorado al pie de una barra?
    Pequeña, los impulsos no merecen la pena si están acotados.
    No me creo que en tus ojos existiera tristeza, no es bienvenida por no llevar zapatos (de tacón de aguja)
    El mundo sobrevive a base de instantes y después nadie te rinde cuenta por ellos.
    Que si la Torre del Oro pasea por la Vía de la Plata, todo es posible y aun nos queda todo por vivir (gracias a que salimos ilesas del viaje vuelta-a-casa de un conductor poco pendiente de la carretera)[JUMMM]

    Y si tú perteneces al "montón", estoy muuuy orgullosa de estar amontonada con usted :)

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  4. Las mujeres fatales no suelen considerarse por debajo de lo que son...tu del monton?????? venga yaaaa

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